«El ojo con el cual veo a Dios
es el mismo ojo con el que Él me ve»
(Angelus Silesius).
Al filo de un comentario de Enrique Martínez Lozano.
Poseer cosas y ser dichoso
define la religión de nuestro tiempo.
Y, sin embargo, la felicidad se ciega ante tanto cachivache.
De la insatisfacción como motivo solo se escapa
desarrollando nuestro talento para ver.
Y para ver no necesitamos instrumentos,
ni ideas invariablemente fabricadas por otros,
menos aún creencias o increencias.
Nada de ello sirve,
porque lo relevante siempre ha sido
averiguar el doble enigma primigenio:
quiénes somos, qué nos sostiene.
No nos desalentemos,
ante el Oráculo siempre se nos dará
la pista definitiva:
si no experimentemos dicha, no hemos visto.
Luis Miguel URIARTE, Hebras de aire, Monte Carmelo, Burgos 2016, p.52.