“El silencio no es la ausencia de ruido, sino la ausencia de ego”.
Entrevista de Lluís Amiguet a Javier Melloni, en La Contra, de La Vanguardia, 21.03.2016.
Xavier Melloni, antropólogo, teólogo y eremita en la Cova de Sant Ignasi de Manresa. Tengo 53 años: sin la experiencia de Dios no tendrían sentido. Nací en Barcelona. Casado con la vida. ¿Hijos? Hay muchas maneras de engendrar. La política debe conjugar lo imposible. Un poco de ciencia te hace ateo; mucha ciencia te hace creyente. El místico experimenta lo que la ciencia demostrará.
Antes que la ciencia.
Los lamas y los místicos trascendieron la religión al experimentar en su conciencia la energía del universo que Einstein describiría siglos después en fórmula y que hoy podemos verificar en el GPS. El jesuita Melloni, coautor con Josep Cobo de “Dios sin Dios” (Fragmenta), se dispone a recorrer en la Cova de Sant Ignasi la vía mística para trascender las religiones y anticipar su síntesis, porque cree, con Teilhard de Chardin, que la humanidad evoluciona hacia un estadio de conciencia armónico, que superará su división en naciones e iglesias. Algunos se empeñan en retroceder hacia el Dios tribal y terrible de las ejecuciones, pero acabarán uniéndose –anuncia– a quienes avanzamos hacia la luz.
¿Le molestó la blasfemia de aquella poetisa en el Ayuntamiento de Barcelona?
Mucho, pero no por Dios, porque a Dios la blasfemia no le llega, sino por lo que tenía de agresión contra las personas creyentes. Me sorprendió su rabia y me gustaría que me explicara la razón y el sentido de esa rabia.
¿De dónde cree usted que viene?
Es la reacción contra el residuo de la imposición del antiguo Dios autoritario. Hoy se blasfema menos, porque ese Dios impuesto está desapareciendo de nuestro imaginario.
La blasfemia en una sociedad libre sale barata, gracias a Dios.
En Irán la hubieran lapidado. Cierto.
¿Por qué en nuestra era postreligiosa cada vez hay menos curas y más artistas?
Porque ese ateísmo infantil bloquea la irrenunciable aspiración a trascender y muchos la buscan en el arte. Ese ateísmo del Dios autoritario es la fase purificadora en el proceso de la fe hacia el encuentro interreligioso.
Otros regresan hacia el Dios medieval.
Tras el ateísmo de ese Dios arcaico hay una forma progresiva de recuperar a Dios y otra regresiva: el fundamentalismo reaccionario.
¿Cuál es nuestro fundamentalismo?
Un narcisismo paradójicamente adicto a todo. Su expresión más ridícula son las redes sociales y las selfies: ya sólo nos interesa vernos y fotografiarnos a nosotros mismos.
Y nos enganchamos a cualquier cosa: drogas, el móvil, las series televisivas…
Por eso necesitamos ejercicio espiritual para superarlo. Y ahora… ¡Silencio!
¡…!
…
¿…?
El silencio no es la ausencia de ruido, sino la ausencia de ego. En los colegios laicos más avanzados del planeta se practica la meditación. Es un indicio esperanzador de que todos convergemos hacia un nuevo estadio.
Deme un consejo para Semana Santa.
Póngase una alarma y deténgase cada hora en ese silencio del ego. Deje que irrumpa el momento en toda su densidad en su conciencia. Pase así de ser mero okupa del espacio y el tiempo a integrarse en ellos. Y vivirá más. Cada instante es irrepetible: repítalo cada hora.
¡Magnífico! ¿Alguna otra sugerencia?
Renuncie a algo. La renuncia no quita; la renuncia da. Da libertad. Experiméntela. Libérese de algo de lo que cree depender.
¿Librarme de algo que necesito?
Progresará: el narcisismo y la adicción son estancamientos, fijaciones. Cuando los supere tendrá una autoestima sana. El siguiente paso es convertirla en realización y después en trascendencia. Es un proceso de superación personal –ontogénesis– que luego se repite –filogénesis– en toda la especie.
¿De verdad cree que progresamos?
Como las personas, los pueblos y las religiones también se estancan en el narcisismo. Para superarlo, deben morir en ese estadio primario y reaparecer en uno superior.
¿Cómo?
Las palabras condensan significado y energía: designan el mundo, pero también capturan cuanto designan, lo encierran. Por eso, hasta que sustituyes una palabra por otra, no puedes percibir el mundo de otro modo: no progresas. Para llegar al mar de la nueva conciencia, tal vez el río de cada religión deba perder su nombre. Y adoptar el nuevo.
¿Qué nueva fase?
Hoy los humanos entre fases de progreso estamos entre el miedo a esa evolución espiritual y la audacia de la ciencia. En ciencia sí hemos sido audaces hasta trascender la materia y llegar a la energía.
Usted dice que ya lo hacían los místicos.
Los místicos experimentaban por vía espiritual lo que después la ciencia recorrería con la razón empírica en el laboratorio. Sentían la energía que luego demostraría la física.
Visionarios de la energía del universo.
La mística solo anticipaba el camino de la ciencia. Por eso, un poco de ciencia te hace ateo, mucha ciencia te hace creyente. Las religiones orientales son la aceptación del ya es, y las occidentales añaden su rebeldía profética: la ascensión hacia lo que todavía no es.
¿Y hacia dónde vamos?
Vamos a la síntesis de las religiones. Y digo síntesis, porque es la superación de lo anterior con una unión armónica, y no sincretismo, que es su degradación en la mezcla.
¿Cómo y por qué ahora?
La densidad de conocimiento nos lleva a un cambio cualitativo de conciencia. El esfuerzo místico debe lograr que la experiencia mística vuelva a ser de nuevo anticipación del camino que recorrerá la ciencia.
¿Y usted va a intentarlo: ser místico?
Quiero dar un paso más allá del estudio al que he dedicado 15 años.
¿Cilicios, ayuno, mortificación?
Para nada. Solo vida normal y concentración.
Está usted muy delgado.
Porque estoy muy ocupado. La mística no es una experiencia religiosa, sino que intenta trascender lo religioso.
¿Cómo?
La globalización está aquí, pero debemos evitar que provoque traumas y violencia. Yo intentaré modestamente hacer lo posible para que haya lucidez hacia la síntesis.