“Integración no significa perfección, significa no excluir nada” (Frank Ostaseski).
Todo se integra, aunque, a veces, me cueste verlo.
Nada está excluido de la danza de la vida:
el puño apretado de la rabia,
la mano abierta de la acogida,
el vuelo de los dedos de la delicadeza,
tristeza en la cabeza que se inclina.
Ojos de sorpresa y salto alegre,
irrupción de torpe escorzo en la mentira
cuando el temor se abre a la amenaza
y el amor cicatriza cada herida.
Bailan los labios con el beso apasionado,
rugen las entrañas con la ira,
el miedo agarrota el nuevo paso,
los cauces se estrechan y atoran con la envidia.
Besa la calma el pétalo caído,
la confianza descansa desprendida,
mientras Narciso reclama todas las miradas
y la humildad se expresa en cada sima.
Desciende la introspección por las venas,
la evitación escapa, va con prisa.
Todo se integra en el sí de nuestro abrazo,
la concordia se entrelaza con justicia,
el aislamiento se tiñe de soberbia
y la belleza estalla en cada línea.
Todo está aquí, aceptado, nada sobra,
cada pieza encaja, es a medida,
luces y sombras danzan en este hermoso cuadro,
Hoy lo contemplo y me siento bendecida.
Esther Fernández Lorente.