Une entre sí la luz todas las cosas
con un hilo de oro.
Y a mí mismo me incluye;
me toma alegremente cada día
y me hilvana con ellas.
Lo puede ver cualquiera que se quede
de vez en cuando a solas
y con sosiego mire:
no es el aire, es la luz la que nos suma
a todos con el todo.
El árbol me conoce,
saben de mí la nube y la montaña,
el gorrión, septiembre.
Y yo los reconozco emocionado,
y los dice mi boca.
Formo parte del mundo y estoy vivo.
Soy uno más, por suerte,
en la gran cofradía de la luz.
ADENTRO
En el más hondo adentro
de cada cosa hay un silencio puro,
un lugar muy secreto e inviolable,
donde la mano palpa un agua antigua,
un regazo caliente.
No se accede allí nunca
por los trabajos de la voluntad,
ni porque el corazón así lo ansíe.
Se entra por gracia viva de lo vivo,
por acorde animal con lo creado.
Quien consigue asomarse sin esfuerzo
–con naturalidad, con inocencia
que acata y que no inquiere–
a esa oquedad colmada
podrá escuchar un algo que no es ya
la sola cosa misma,
el lenguaje o el alma propios de ella,
sino el latido unánime, enigmático,
que une entre sí lo múltiple y lo mueve,
una respiración que alienta en todo
y quiere ser oída para ser.
Eloy SÁNCHEZ ROSILLO, Antes del nombre, Tusquets, Barcelona 2013.