Jon Ander
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La somnolencia es el estado intermedio entre el sueño y la vigilia en el que todavía no se ha perdido la conciencia. Es frecuente.
Supone abrir la puerta del subconsciente y de la memoria. Supone traspasar las dimensiones espacio-temporales. En ella comienzan a brotar los sueños. Sin perder la conciencia. Eso nos permite recordar algunos sueños e incluso volver a ellos si han sido suspendidos por la vigilia.
Si tratamos de prolongar este estado podemos conocer mejor los sueños. Investigar después en los propios es apasionante.
Ahí sabemos distinguir bien entre quien sueña y los sueños, o sea entre “quien se da cuenta” o es “testigo” y la acción que compone el sueño. Lo mismo que nos ocurre con nuestra mente.
Por otra parte, cuando en el estado de vigilia meditamos buscamos el silencio, la quietud, más allá de cuerpo, mente, emociones y sentimientos. Y lo hacemos porque sabemos que así saboreamos otro estado, un tercer estado distinto de la vigilia y del sueño.
Andando por estos parajes interiores distinguimos bien nuestro ego, o yo superficial, de lo que se nos manifiesta en este estado.
Podemos denominar este estado de muchas formas: transpersonal, estado de presencia, consciencia, incluso podemos decir que ese estado es nuestra verdadera casa. Pero hay un nombre definitivo para él: es el Ser. Me atrevo a introducir aquí el concepto, ya muy extendido, de “seidad”.
Seidad es todo lo que hay. No hay nada fuera de ella. Estamos en la seidad, somos seidad.
Así pues, podemos distinguir tres estados: vigilia, sueño y seidad.
Meditando tratamos de alcanzar, como digo, este tercer estado que, como tal, es muy volátil y se ve constantemente atacado por los pensamientos, la mente y el ego que se niegan a perder su protagonismo central.
Por eso en la meditación nuestras percepciones del Ser a veces son sólo como chispazos, dura poco el estado de Presencia. A veces es un poco más largo. Y tampoco es cuestión de esforzarse en conseguirlo.
Para tratar de expresar ese momento me he inventado una palabra: ontolencia (del griego “onto”, ser).
Así como la somnolencia transita entre el sueño y la vigilia, la ontolencia se mueve entre la vigilia y el estado de presencia o de seidad.
Va de la quietud y el silencio a los pensamientos invasores, a las emociones, al yo que se asoma para decirme que lo estoy haciendo muy bien o que soy una persona ilusa, crédula y cretina. Va y viene. Incesante.
Quienes estamos aprendiendo a meditar sabemos mucho de ontolencia.
Y tampoco nos asusta descansar en ella.
Por cierto, que aprender a meditar no es cuestión de tiempo. Es como el despertar. Para unas personas es espontáneo. Pero la mayoría necesitamos de un proceso más o menos largo.
Así que a quienes estamos aprendiendo nos viene bien ponerle palabras a lo que vamos descubriendo en nuestro interior. Hoy quería regalarnos “ontolencia”.