EN TORNO AL «PROBLEMA DEL MAL»
y 19. CONCLUSIÓN: ¿Luchar contra el mal?
El mal no tiene entidad propia; es ausencia de bien. Del mismo modo que la oscuridad no es algo en sí, sino solo ausencia de luz.
¿Cómo se vence la oscuridad? No luchando contra ella, sino poniendo luz.
El camino sabio no consiste en luchar contra el mal –esto no hace sino incrementarlo, porque esa misma “lucha” parece dotarlo de una entidad de la que carece, por lo que refuerza la confusión sobre él-, sino en poner bien.
Por ese motivo, como puede comprobarse, las causas “eficaces” nunca son “anti” nada, sino ofertas de bien.
El simple hecho de posicionarse “contra” conlleva un error de base, cuyas consecuencias no tardarán en mostrarse. Por un lado, porque la propia opción nace alienada, al definirse por contraposición contra otra diferente. Por otro, porque favorece e impulsa una dinámica reactiva que suele actuar en forma de espiral que, finalmente, no busca sino la eliminación del contrario.
La actitud y la acción que potencian el crecimiento nacen de la comprensión y se viven desde la desapropiación. Por eso se sostienen en sí mismas y no caen en la trampa de la reactividad que, en último término, busca la eliminación del otro. Cuando no es así, se incrementa el mal contra el que se pretendía luchar.
La comprensión permite ver que el “mal” es, en realidad, ignorancia. Y que solo cuando se ve así, es posible afrontarlo adecuadamente.