He venido a los años en los que no pierdo el tiempo con cualquiera. Abro puertas, cierro ventanas, guardo en un mapa las despedidas… y las soplo hasta que se pierdan.
Nadie viene a comprar porque nada tengo en venta. Lo que hay es lo que soy.
Pienso más, hablo menos y cambio las discusiones por silencios.
No tengo miedo a la derrota y no me asombra el éxito. A los dos conocí y no me quedé ninguno.
He venido a los años en los que sé que el mejor regalo nadie me lo puede devolver porque está en el cielo; aunque doy las gracias si me ayudan a improvisar la vida.
No me canso de retar los vientos porque no me asustan los naufragios. Ya viví en una isla.
He venido a los años en los que me agarro a los acordes de la vida y a un verso libre que no rima con nadie. Ya no cuento historias, solo las vivo. Las de verdad, las que no son mentira.
He venido a la edad en la que no cumplo años, solo días; en los que se ama con el corazón y se piensa con la cabeza.
Y he llegado con atascos y lluvia, curvas y barro, con inviernos de nieve y veranos largos de desierto.
Ya no sé la edad que tengo. Tampoco me importa. No entiendo de números. Solo de letras: «Tengo los años justos para vivir la vida».
Emilio Leiva