“La tarea más hermosa de la persona es convertir nuestros sufrimientos en perlas”
(Hildegard von Bingen, 1098-1179).
“Cuando la serpiente percibe que comienza a envejecer, a arrugarse y a oler mal, busca un lugar con juntura de piedras y se desliza entre ellas de tal manera que deja la vieja piel y con ello crece la nueva. Lo mismo debe hacer la persona con su vieja piel, esto es, con todo aquello que tiene por naturaleza, por grande y bueno que sea, pero que ha envejecido y tiene fallos. Para ello es preciso que pase por entre dos piedras muy juntas (…). Si una criatura te quita la apretura, sea la criatura que sea, arruina por completo el nacimiento de Dios”
(Johannes Tauler, 1300-1361).
A las crisis “deberíamos darles mucho valor y pararnos a escucharlas porque son el eco de nuestro sufrimiento, de nuestra insatisfacción interior, el «quejío» que nuestro «yo» lanza desde su destierro infernal en las profundidades de la «caverna platónica», y que solemos acallar porque en nuestro hechizo confundimos «lo divino con lo diabólico», identificando las crisis como algo «demoníaco» que hay que evitar y superar sin preguntar”
(Xavier Serrano, Profundizando en el diván reichiano. La vegetoterapia en la psicoterapia caracteroanalítica, Biblioteca Nueva, Madrid 2011, p.86).
«En la medida en que vamos avanzando en la vida, el dolor provocado por nuestra identificación con distintos objetos (incluido el propio yo), podrá abrirnos los ojos y orientarnos por el camino de la liberación…
Aprendemos de cada crisis siempre que la acogemos como oportunidad para crecer en el reconocimiento y vivencia de nuestra identidad profunda, gracias a la comprensión»
(Enrique Martínez Lozano, Crisis, crecimiento y despertar. Claves y recursos para crecer en consciencia, Descleé De Brouwer, Bilbao 2013, pp.57 y 265).