Andar en el desequilibrio no es posible,
me decían y yo
lo he creído así, sin cuestionarlo.
Oculté sensaciones
de ansiedades, de miedos e impotencias,
buscando, día a día,
ese nivel perfecto y ajustado.
Así debía ser,
siempre dispuesta a decir: no importa,
equilibrando fuerzas,
lo intenté y me esmeré hasta el cansancio.
Ansiando una paz falsa,
que tiñera el conflicto y lo ocultara,
evité la paradoja,
para no vacilar en el engaño.
Y me sentía un fraude
representado en mi propio escenario.
Andar en el desequilibrio es camino
para ser lo que soy:
un todo que fluye en las huellas,
tan claras y serenas,
que deja el tambaleo de mis pasos.
Estar acogiendo lo que no encaja,
en futuros proyectos
que inconscientemente he dibujado.
Soltar todos los planes,
dejándome al viento de la vida,
caminando a tientas,
perfecto imperfecto de este espacio
profundo, donde todo
se unifica más allá de los contrarios.