Entrevista de Judith de Jorge a Henning Beck, neurocientífico, en ABC, 24/06/2019.
«A la gente más inteligente se le da muy bien olvidar».
Henning Beck, doctor en Neurociencia, explica cómo algunos de los errores del cerebro nos ayudan a tomar las mejores decisiones.
Somos despistados, olvidadizos, nos distraemos con cualquier cosa y organizamos mal nuestro tiempo. Además, a veces nos aburrimos y nos sentimos culpables por ello. ¿Quién no se ha identificado alguna vez, en mayor o menor medida, con esa descripción? Si es así, antes de colgarnos el cartel de completo desastre y lamentarnos amargamente por nuestra propia ineficacia, Henning Beck nos propone mirar el lado bueno de las cosas. Bioquímico y doctor en Neurociencia, este divulgador alemán acostumbrado a dar conferencias ha escrito un libro titulado «Errar es útil» (Ariel), en el que afirma que equivocarse no es tan malo como parece. Incluso es necesario para que el cerebro saque su máximo potencial y sea creativo. Qué alivio, ¿verdad? «La gente suele pensar que es algo malo cometer errores, pero al final no lo es tanto. Lo malo es tener miedo a cometerlos», dice en una visita a Madrid.
— Rara vez retengo los nombres de las personas que me acaban de presentar. ¿Tengo un grave problema?
— Jaja, a mí también me pasa. En realidad los nombres no surgen de la naturaleza, son un invento humano, con lo cual es difícil recordarlos. Recordamos mejor las caras, las personalidades, que son mucho más importantes. Nadie debería preocuparse si le cuesta recordar los nombres.
— Olvidamos las llaves, los aniversarios… ¿Por qué no lo recordamos todo?
— Imagina que estás en una biblioteca inmensa con muchos libros. Si tienes 10.000 ejemplares, es muy difícil encontrar el adecuado, porque hay que buscar mucho. Lo mismo pasa con la memoria. Si todo estuviera almacenado sería difícil dar con el recuerdo preciso. El cerebro hace un equilibrio entre recordar y olvidar lo que es o no práctico para el futuro, así eres más rápido a la hora de encontrar un recuerdo. Hay una cita muy bonita: Si lo recordamos todo no entenderemos nada.
— Entonces, olvidar también es necesario.
— A la gente más inteligente se le da muy bien recordar ¡y olvidar! Si nunca lo hiciéramos, considera la alternativa: recordaríamos absolutamente todo y sería muy confuso encontrar qué es importante y qué no para tomar después una decisión.
— Sin embargo, algunos de los trastornos neurológicos más preocupantes tienen que ver con el olvido.
— Mucha gente cree que el olvido es una señal de demencia o de que el cerebro no va bien, pero cuando hacía mi tesis doctoral e investigaba sobre el alzhéimer, mi jefe me decía: si tú recuerdas que te has olvidado de algo, es buena señal. Si olvidas que te has olvidado, entonces es mala.
— ¿Qué les pasa a los grandes despistados, los que se dejan el móvil en el taxi o no ven las cosas delante de sus narices?
— Es muy típico. Hay gente que tiene mucho en la cabeza, muchos proyectos diferentes. Quizás sean personas muy interesadas en cosas nuevas. No es malo que el cerebro esté distraído. Mucha veces a la gente más creativa les cuesta mucho centrarse en algo específico. No es algo malo… si finalmente recuperas tu móvil.
— ¿Cómo podemos evitar los despistes y mejorar la memoria?
— Lo primero que tenemos que hacer es tomar pausas, dando a nuestro cerebro la posibilidad de digerir la información, para quedarte con lo importante y desechar lo que no lo es. Mire, acabo de desayunar. Espero que las moléculas del desayuno se conviertan en moléculas de masa en mi cuerpo, pero eso solo funciona si lo digiero, si me tomo una pausa. Si estuviera comiendo constantemente, explotaría.
— ¿Lo mismo pasa con la información?
— Claro, si la consumo constantemente, el cerebro entra en modo de sobrecarga y no es capaz de digerir y de quedarse con lo interesante. Pero después de eso, hay otra cosa importante: hablar con otras personas para tener nuevas perspectivas. Así es como la información se convierte en conocimiento.
— ¿Nos hace mucho daño el estrés?
— Depende. Puede ser muy dañino cuando quieres pensar de manera creativa. La mejor forma de matar una nueva idea es someter a alguien a mucho estrés. Si yo te pidiera que me des una buena idea en los próximos 30 segundos, no podrías hacerlo por la presión. Por otro lado, cuando aprendes algo nuevo, hay fases en las que sí se puede aplicar cierto estrés para enfocarse en las cosas importantes. Si la gente no se siente bajo presión, no se ve en la necesidad de centrarse.
— ¿La multitarea y las nuevas tecnologías están provocando que nos distraigamos más?
— Sí. Lo más importante para el cerebro es obtener información. Ese es nuestro motor. Hemos nacido con esa curiosidad y las nuevas tecnologías han sido diseñadas para tener cada vez más información, porque es lo que nos gusta. Recientemente, visité EE.UU. y comprobé cómo la gente de Silicon Valley ya no tiene interés en los teléfonos inteligentes porque generan distracción.
— ¿Prefieren estar desconectados?
— Sí, y que su cerebro esté disponible para discutir, leer libros, hacer proyectos… Se han dado cuenta de que es mucho más importante centrarse en hacer una cosa, terminarla y después hacer la siguiente. Y han retirado esa tecnología a sus hijos. Si empiezas demasiado pronto puede ser malo para el desarrollo cerebral. No creo que sea recomendable tener un smartphone antes de la pubertad.
— ¿Ese tipo de actividades nos están cambiando el cerebro?
— Hummm… Hay estudios que dicen que la gente que hace mucha multitarea termina siendo peor en ella, porque se le da cada vez peor priorizar lo importante. También se ve que la gente no se toma el tiempo necesario para centrarse en algo. Los tiempos de lectura se acortan, porque necesitamos el siguiente input y no queremos pararnos y concentrarnos. Esto es malo si quieres comprender algo. Para comprender hay que profundizar.
— Otro de los errores que solemos cometer es procrastinar. ¿Por qué dejamos todo para el final?
— Sí, yo lo hago. Sentimos el sol sobre nuestra piel o una voz, pero no tenemos un sentido del tiempo, por lo que nos resulta muy difícil estimarlo. Intentamos reconstruir a partir de nuestros recuerdos del pasado cuánto vamos a tardar en hacer algo, y al cerebro eso no se le da muy bien. Por eso, estamos constantemente subestimando el tiempo que se tarda en hacer algo.
— El aburrimiento tiene muy mala fama. Pero usted dice que también es bueno.
— Sí, el aburrimiento tiene mala prensa. Nunca he visto un libro que se titule «Las mejores maneras de aburrirte». Pero el aburrimiento es importante para aclarar tu mente, para que te visiten las musas.
— ¿Es así como surgen las buenas ideas
— Sí, cuando dejas que tu mente fluya libre, no cuando estás concentrado todo el rato. Por eso si preguntas muchos te dirán que el momento ¡ajá! les ha llegado en la ducha, paseando al perro o montando en bici. Siempre le digo a la gente que no debería tener demasiadas cosas que hacer, que se tomen tiempo libre para que la mente fluya y adquieran ideas nuevas.
— También dice que el cerebro aprende de lo emocional, ¿en qué sentido?
— Las emociones son como un turbo, aceleran nuestro aprendizaje, porque las áreas de la memoria están muy conectadas con las que controlan los sentimientos. Por eso, es muy importante transmitir una buena emoción cuando se enseña algo. Todos los recuerdos importantes se quedan en el cerebro por las emociones. Y todas las decisiones tienen un componente emocional, no existen decisiones racionales puras y duras.
— Esto tienen muchas implicaciones en la enseñanza.
— Sí, por supuesto. Los mejores profesores que yo tuve en la escuela no fueron los que me daban respuestas, sino los que me hacían las preguntas adecuadas, los que me hicieron ser curioso. Porque si puedes resolver esas preguntas, ¡qué sensación tan maravillosa! A todo el mundo le gusta cuando comprende algo nuevo por primera vez.
— El cerebro también se equivoca cuando rememora. ¿Hasta qué punto son fiables nuestros recuerdos?
— Creemos que nuestros recuerdos son fijos, pero nos equivocamos. Yo puedo abrir un libro, leer la información que contiene, cerrarlo y la información no cambia. El cerebro no es así. Cada vez que recuerda algo, lo construye de nuevo. Es como una orquesta. Cuando toca, la música se construye en ese mismo momento. Por eso, ninguno de nuestros recuerdos es 100% preciso. Distorsionamos cosas, modificamos otras. Esto es importante si piensas en los testigos de un juicio cuando recuerdan la escena de un crimen o para la gente que hace investigación histórica y pregunta por lo que pasó hace 50 años.
— ¿Y eso por qué ocurre?
— Porque el sentido final que tiene un recuerdo no es recordar el pasado, sino planificar el futuro. Es utilizar esa información para tomar una buena decisión aquí y ahora.
— El mindfulness y la meditación están muy de moda. ¿Sirve para algo?
— Depende. El mindfulness puede ser muy bueno, porque limpias el input excesivo, la avalancha de información. Aumenta la capacidad de concentración. Pero lo opuesto, el «mind-wandering», soñar despierto, también es importante. Cuando se te va la cabeza y fantaseas, se activan diferentes áreas del cerebro, piensas en cosas desconectadas entre sí y puedes llegar a las buenas ideas.