Semana 17 de septiembre: LA MENTE Y LA REALIDAD (I)

I.

EL MUNDO QUE TOMAMOS POR REAL ES UNA CREACIÓN DE LA MENTE

 La mente no puede captar lo real, porque la trasciende por completo. Lo más que puede hacer es elaborar sistemas de creencias a partir de lo que constituye su primer postulado: la idea del propio yo.

El resultado es que todas las personas creen estar en la verdad. Y en cierto modo es así: cada una tiene la suya. Sin embargo, ninguna “verdad” sustentada por la mente es real. Es solo una construcción mental, que proyecta “fuera” lo que ella percibe. Y de esa manera crea un mundo acorde con sus propias creencias, juicios, preferencias…, para terminar concluyendo que eso es verdad. Y ciertamente lo es para quien se halla en ese nivel, pero no tiene nada que ver con lo real.

Del mismo modo que el inconsciente crea todo un mundo onírico que, mientras dormimos, tomamos como verdadero –el único verdadero en ese momento-, la mente crea el mundo de vigilia que, mientras permanecemos en el nivel mental, se nos antoja completamente objetivo. Sin embargo, ambos son solo apariencia. De hecho, basta simplemente despertar para percibir su inconsistencia. Eran “verdaderos” en su nivel, pero no reales, sino meras construcciones mentales.

Decía que esa construcción gira en torno a un eje central: la creencia de que somos el yo individual que nuestra mente piensa. Eso explica que nos tomemos todo personalmente, y que vivamos preocupados por la suerte que pueda correr ese yo.

Tan asumida tenemos esa creencia que vivimos en la idea de que yo soy el centro del universo, la persona más real e importante que existe. Un egocentrismo de ese calibre nos resulta socialmente repulsivo y por eso no presumimos de él. Pero eso no niega que la mente nos configure de esa manera. Incluso quien se rebele contra esta afirmación convendrá en que no ha tenido ninguna experiencia de la que no haya sido el centro absoluto. Es así: todo lo demás –lo que llamamos el “mundo”, en el sentido más amplio del término- se encuentra “fuera”; lo que vivimos nosotros viene revestido de una impresión de certeza inmediata e irrevocable. ¿Cómo no habríamos de considerarnos el “sujeto” de todo el universo?

Sin embargo, esa misma idea del yo –y nuestra identificación con él- es ya una construcción mental, la primera. Porque lo que llamamos “yo” no es sino un pensamiento más, creado por la mente –que se apropia de sus contenidos, identificándose con ellos- y sostenido por la memoria.