En una parodia del Amor como la Realidad, el amor es a menudo representado en la cultura popular como más atormentado que la paz. Somos testigos, por ejemplo, del triste lamento del amor perdido, no correspondido, o del amor secreto en las canciones de «amor» populares y la música country. De hecho, la tasa de suicidios entre los devotos de la música country es más elevada que la del público en general. Muchos cantantes se han convertido en sufridores profesionales en un esfuerzo por hacer que su música suene más auténtica. Y la historia de amor en el cine es a menudo una agonía de éxtasis, inseguridad, culpabilidad, hasta que la historia termina en matrimonio –si no en el primer matrimonio, en el próximo… o el siguiente…
Las relaciones de amor personales han sido llamadas «relaciones especiales» porque solo ocurren entre determinadas personas en circunstancias especiales. Son condicionales y cambiantes, pero todas son una forma de esclavitud porque siempre están infectadas por luchas de poder y están siempre plagadas de culpabilidad.
Además, puesto que son relaciones de trueque, dependen de la satisfacción mutua de las expectativas y demandas. Cuando estas se cumplen, hay gratificación temporal, gratitud, y mejora de la autoestima, pero cuando son ignoradas o rechazadas, hay consternación, rechazo y culpabilidad.
Puesto que las relaciones de trueque pueden sobrevivir mientras cada una de las partes tiene, y está dispuesto a dar, algo que el otro quiere, muchas relaciones de amor personales terminan en desilusión. Otros, después de largos períodos en parte de expectativas cumplidas y en parte de decepción, se acomodan con aceptación resignada. Y aún otros, después de haber sobrevivido a su primera especialidad, se acercan a la naturaleza incondicional del amor no-dual.
En el amor romántico, la tan buscada «alma gemela» es una ilusión, siendo la proyección de los deseos y necesidades de una persona en otra, que parece ser la mitad que falta de una dualidad («atracción de opuestos»).
Irónicamente, cuando el alma gemela finalmente es encontrada y poseída, el ego se siente aún más necesitado e incompleto. (Aquí, vamos a hablar como si existiera el ego, aun a sabiendas de que no existe.)
Se teme la pérdida de ambas, la del otro y la de uno mismo. La culpabilidad y la ansiedad se consideran como una parte necesaria de este «amor», por su intensidad («el amor duele»), y como instrumento para manipular al otro («si realmente me amas, deberías… »). A fin de no perder al otro, el ego puede llegar a ser neuróticamente dependiente («No puedo vivir sin ti») o estar arrepentido («por favor perdóname»), o hacerse promesas («nunca volveré a hacerlo»). Y pueden tratar de recuperar su perdida autoestima provocando celos («si no me quieres, encontraré a alguien que me quiera») o menospreciando al otro («sin mí tu serías nada»).
El amor como práctica es necesariamente dualista a causa de la supuesta separación entre el amante y el amado. El propósito de esta práctica es, en última instancia, ver lo que es el amor no-dualista. El amor como práctica se presenta como la mitad del dualismo amor/odio, por lo que el practicante se siente a menudo fracasado, frustrado, culpable y temeroso hasta que se ve que el Amor no-dualista no es algo que puedas hacer. El Amor solo es.
Nisargadatta afirmaba: «No pretenda que ama a los demás como a usted mismo. A menos de que se haya dado cuenta de que son uno con usted mismo, no puede amarlos. No pretenda ser lo que usted no es, no rechace ser lo que usted es. Su amor a los demás es el resultado del conocimiento de sí mismo, no su causa. Sin la realización del Ser, ninguna virtud es genuina. Cuando sepa más allá de toda duda que la misma vida corre por todo lo que es y que usted es esa vida, amará todo natural y espontáneamente. Cuando usted se da cuenta de la profundidad y plenitud de su amor de usted mismo, sabe que todos los seres vivos y el universo entero están incluidos en su afección. Pero cuando usted mira a algo como separado de usted, no puede amarlo pues tiene miedo de ello. La alienación causa miedo y el miedo depende de la alienación. Es un círculo vicioso. Solo la realización del Ser puede romperlo».
Stanley SOBOTTKA, Un curso de consciencia, en: