“Vivir entre conversaciones superficiales crea malestar físico”.
Entrevista de Ima Sanchís a Estrella Montolío, catedrática de Lengua Española y experta en comunicación, en La Contra, de La Vanguardia, 10 de marzo de 2020.
https://www.lavanguardia.com/lacontra/20200310/474070766771/vivir-entre-conversaciones-superficiales-crea-malestar-fisico.html
“He superado la peligrosa cifra para la visibilidad femenina: los 50. Barcelonesa. Tengo dos hijos. Catedrática en la UB. Reivindico la necesidad de la conversación y del diálogo entre personas que puedan tener ideas distintas. Siento que todos los seres vivos del planeta estamos ligados de algún modo”.
Lo que decimos nos moldea
El hecho de que hablar con nuestros congéneres nos proporciona salud y felicidad es una verdad científica, por eso Montolío insiste en que es tan importante el cómo conversamos como el cómo nos alimentamos o respiramos, pero de lo primero no somos ni conscientes y engullimos y expelemos toneladas de basura: “La conversación nos configura, nuestras palabras nos representan. Lo que decimos modela quienes somos socialmente”. Publica trabajos especializados y asesora sobre diferentes aspectos de la comunicación, desde cómo escribir sentencias de modo claro hasta como llevar a cabo una comunicación más igualitaria, a organizaciones de la administración: Ministerio de Justicia, CGPJ y diversas empresas. Publica Cosas que pasan cuando conversamos (Ariel).
¿Qué pasa cuando conversamos?
Cuando es cara a cara ocurren muchos fenómenos neurológicos, emocionales y físicos de los que deberíamos ser más conscientes. Necesitamos reivindicar la importancia de la conversación en nuestro bienestar cotidiano.
¿Cuál es la relación?
Hemos podido observar que cuando una conversación es fluida los gestos de los hablantes se sincronizan. Los cerebros más empáticos aprenden más y mejor palabras nuevas.
¿Su cerebro y el mío se están sincronizando?
Sí, con el ritmo de la voz del otro, con la expresión y el movimiento del otro. Una conversación es un ejemplo perfecto de sincronización.
Como una danza.
Exacto. Las conversaciones cotidianas son una danza en la que los hablantes parecemos conocer los pasos del baile, sabemos cómo y cuándo intervenir, y lo advertimos cuando alguien entra en la conversación de manera desacompasada, con un comentario que no viene al caso, a una velocidad o volumen excesivos.
Entonces, existen unas normas implícitas de cómo se conversa.
Sí, y hay estudios fascinantes, por ejemplo: tomamos decisiones más emocionales en nuestra lengua materna y más racionales en una lengua aprendida.
¿Hasta qué punto los diálogos afectan a nuestra felicidad?
Tras una tensa conversación o ante una voz desagradable nuestro ritmo cardiaco se altera y aumenta nuestro nivel de estrés. La conversación tiene implicaciones directas en nuestra salud psíquica porque afecta a variables biológicas.
¿Y cuando nos hablamos mal nosotros mismos?
Los hablantes que usan en todo momento frases cargadas de negatividad no solo emponzoñan su entorno, sino que también perjudican su propio equilibrio hormonal y emocional.
Mejor convertir la queja en una petición.
En lugar de quejarme porque nunca me llamas, es más constructivo, y sano, decir “me hace mucha ilusión que me llames”. Pero como pedir es un riesgo, la mayoría se instala en la queja, que acaba convirtiéndose en rutina.
A veces lo que sale por la boca no es lo mismo que dicen nuestra cara y nuestros ojos.
Cuando hay discrepancia entre lo que alguien nos comunica con sus palabras y con su cuerpo –incluida la voz–, siempre creemos al cuerpo, porque la comunicación no verbal del otro conecta directamente con nuestro sistema emocional, no pasa por el análisis racional.
¿Qué dicen los estudios de la comunicación banal, la comunicación basura?
Sherry Turkle, investigadora del MIT, ha compilado gran cantidad de estudios que muestran que las personas que se relacionan mayormente a través de dispositivos desarrollan menos patrones de empatía.
¿No han aprendido a conversar?
No haber recibido el número suficiente de horas de conversaciones fluidas y alimenticias hace que esas personas tengan menos patrones de sociabilidad. Existe una correlación probada entre el número de horas de conversación que los niños comparten con su familia y su éxito posterior en la vida.
¿Y si la conversación es insustancial?
Los estudios demuestran que quienes viven entre conversaciones superficiales y quienes no reflexionan sobre cómo van a ser recibidas sus palabras y las sueltan sin más acaban desarrollando malestares físicos.
Pues la mayoría de las conversaciones suelen versar sobre otros y en forma crítica.
El cotilleo es uno de los temas estrella en casi todas las culturas, nos encanta hablar mal de los demás, pero crea desconfianza. Las personas carismáticas no suelen ser criticonas, pero sí los delincuentes conversacionales.
¿Quiénes son esos?
Los incontinentes verbales; o los agresores verbales, que suelen atacar en público… El silencio es una buena estrategia defensiva muy infravalorado en una cultura del desparrame verbal. Pero los comentarios malvados se hacen más evidentes cuando no encuentran eco. Las audiencias de todo tipo gratifican al que no pierde la calma. También están los nonoístas.
¿Los que siempre se arrancan con un no?
Y los siperistas, los del “sí, pero…”. Ambos actúan así por rutina expresiva. Discrepar es enriquecedor, pero siempre es mejor un “sin embargo”.
Entonces tiene remedio.
La base de una conversación es escuchar de verdad al otro, lo que permite que desactivemos la tendencia a responder de manera rápida y poco reflexiva. ¿Sabía que a las mujeres se las interrumpe mucho más que a los hombres?
Sigamos sentando bases.
Hay que decir las cosas de manera amable y clara. Y ser claro significa ser específico, no lanzar generalizaciones.
¿Cómo detectar la mentira?
Cuando el otro nos jura y perjura, nos promete o nos asegura, es que no está muy seguro de lo que dice; el que repite la pregunta en la respuesta es que necesita tiempo para contestar. Y un recurso que utilizan los peritos forenses es pedir a los sospechosos que vuelvan a contar la historia empezando por el final.