Es verdad lo que produce alegría serena.
Es verdad lo que calma la mente.
Lo que hace sufrir es mentira: sufrimos porque estamos creyendo un pensamiento falso, una lectura engañosa o equivocada de lo real.
Debido al hecho de haber crecido identificados con nuestra mente, damos por hecho que es real todo lo que vemos a través de ella, que las cosas son tal como la mente las percibe. En consecuencia, terminamos creyendo nuestros propios pensamientos… Y ahí radica la gran locura que engendra confusión y sufrimiento.
Cuando me creo mis pensamientos, sufro; cuando no me los creo, no sufro.
Cuando creo un pensamiento que discute con la realidad, estoy confundido.
Todo el sufrimiento procede de discutir con lo que es.
Ni yo soy mi mente, ni mis pensamientos son la verdad. Mis pensamientos no tienen tanto que ver con la realidad, cuanto con mis propios condicionamientos de diverso tipo. Son estos patrones grabados en mi mente los que generan constantemente las interpretaciones o etiquetas que coloco sobre todo lo que acontece, dentro y fuera de mi persona.