LA CONSCIENCIA HUMANA SERÍA RELATIVISTA
Eduardo Martínez de la Fe, en
https://www.levante-emv.com/tendencias21/2022/08/16/consciencia-humana-seria-relativista-73598273.html
16 agosto 2022.
La consciencia no surgiría del cerebro ni de ningún proceso físico, según una formalización matemática basada en la Relatividad.
Una formalización matemática basada en la Relatividad establece que la experiencia consciente es única para cada persona, pero que tiene validez universal. No se genera en el cerebro, donde lo único que hace es dejar una huella, según una investigación que resuelve el problema difícil de la consciencia.
La consciencia representa todavía hoy el mayor misterio de la humanidad: nadie ha podido explicar satisfactoriamente todavía cómo es posible que un órgano que pesa solo 1,4 kilogramos puede crear pensamientos, imágenes mentales y mundo interior.
Está asumido que la consciencia es un proceso cognitivo superior que se define como la capacidad de reconocer la realidad circundante y de relacionarse con ella. Implica el conocimiento inmediato o espontáneo que las personas tienen de sí mismas, de sus actos y reflexiones.
Esa compleja arquitectura de la personalidad humana representa todo un enigma porque no sabemos explicarla en su totalidad. Hemos descubierto cómo se produce la función, la dinámica y la estructura biológica de la consciencia, es decir, lo que provoca en nosotros, cómo cambia en función de las circunstancias (según estemos despiertos o dormidos) y cómo se ensambla con diferentes patrones cerebrales.
Problema difícil de la consciencia
Pero todo eso no ha resuelto el misterio de por qué surge en las personas la capacidad de darse cuenta de las cosas, algo que el filósofo australiano David John Chalmers denominó en 1995 el problema difícil de la consciencia.
Este problema difícil puede resumirse de la siguiente forma: ¿por qué surgen las experiencias conscientes subjetivas y qué es lo que las origina? Por ejemplo, ¿por qué duele cuando me pincho el dedo con una aguja?
No es una cuestión simple, según Chalmers, porque si por un lado sabemos que los dedos transmiten impulsos eléctricos al cerebro, que es el órgano que procesa esa información sensorial, al mismo tiempo no tenemos idea de por qué todos esos procesos ocurren mediando una experiencia (dolorosa, por ejemplo) de consciencia.
Este es el problema difícil de la consciencia, para el que Nir Lahav, físico de la Universidad Bar-Ilan en Israel, y Zachariah A. Neemeh, del Departamento de Filosofía de la Universidad de Memphis, aseguran haber encontrado la solución.
Brecha explicativa
En un artículo publicado en la revista Frontiers, ambos autores parten de la base de que nuestra experiencia consciente no puede surgir del cerebro ni de ningún proceso físico.
Dicho con otras palabras, sería como atribuir a un aparato de radio o a un televisor la capacidad de generar los contenidos de audio o audiovisuales que tanto nos entretienen. Sabemos que no es así, que los contenidos tienen otra procedencia, y Lavah y Neemeh consideran que pasa lo mismo con el cerebro y la experiencia consciente.
Plantean que existe una “brecha explicativa” entre nuestro conocimiento científico de la consciencia funcional y la experiencia subjetiva que representa el proceso de consciencia (el dolor que experimentamos cuando nos pinchamos el dedo con una aguja).
Para la solución del problema difícil de la consciencia es necesario darnos cuenta (tomar consciencia) de un detalle importante: cuando nos sentimos felices, nuestros cerebros fabrican un patrón neuronal único que nos hace sentirnos muy bien.
Reflejo cerebral
Pero eso no significa, según ambos autores, que ese patrón neuronal sea en realidad la felicidad que sentimos, ya que ese patrón neuronal no es la felicidad en sí misma, sino una representación cerebral de esa emoción.
Lo que sugiere esta reflexión es que la experiencia consciente no puede reducirse a la actividad cerebral, ya que la experiencia de felicidad no está implicada, que se sepa, en el patrón neuronal que la representa en el cerebro: hasta ahora no ha sido posible encontrar la región cerebral que acoja el sustrato biológico de la experiencia consciente, por ejemplo, de la felicidad.
La ciencia duda de su capacidad para alcanzar ese misterio sin resolver, y ambos autores proponen a filósofos y neurocientíficos investigar la consciencia con las mismas herramientas matemáticas que usan los físicos para estudiar fenómenos relativistas.
Para este esfuerzo conjunto, Lahav y Neemeh adelantan un argumento conceptual (no una conclusión definitiva) de base matemática para elaborar una teoría relativista de la consciencia que, consideran, cierra la brecha explicativa de la experiencia consciente y resuelve el problema difícil de la consciencia.
Esta teoría relativista propone que la consciencia está indivisiblemente unida a la experiencia consciente de cada observador: “dado que la consciencia es un fenómeno relativista, no se puede privilegiar ninguna posición del observador”, escriben ambos autores en su artículo.
Teoría de la Relatividad
Este supuesto se basa en la Teoría de la Relatividad de Einstein, según la cual las percepciones de dos observadores en movimiento son válidas para cada uno de ellos: una persona en un andén ve pasar un tren con pasajeros y tiene una percepción de la experiencia diferente de la de los pasajeros que ven pasar el andén, pero ambas percepciones son válidas y no contradictorias.
La consciencia, según esta perspectiva, viene a ser lo mismo que la objetividad para el universo cuántico: presenta una perspectiva única para cada observador, sin perder al mismo tiempo su validez universal, tal como estableció una investigación publicada en 2020 en la revista Nature Physics.
Por todo ello, la teoría relativista de la consciencia tiene profundas implicaciones: puede ayudar a investigar la consciencia desde otra perspectiva, con posibles aplicaciones tanto en biología como en Inteligencia Artificial.
Y lo que es más importante, destacan ambos autores: la teoría relativista de la consciencia no solo legitima las características fenoménicas (experienciales) de la consciencia, sino que también abre nuevas preguntas y posibilidades para la investigación de lo que continúa siendo el mayor misterio humano de todos los tiempos.