A Ana, con admiración, porque lo que hace nace de lo que es.
Los ríos no beben su propia agua; los árboles no comen sus propios frutos; el sol no brilla para sí; las flores no esparcen su fragancia para ellas mismas… Vivir para los otros es una regla de la naturaleza. La vida es buena cuando tú estás feliz; pero la vida es mucho mejor cuando los otros son felices por tu causa. Nuestra naturaleza es el servicio (Anónimo).
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El compromiso es expresión del amor. No puede haber comprensión sin compasión, espiritualidad sin compromiso, profundidad sin fraternidad. ¿Cuáles son los miedos y las necesidades que nos impiden comprometernos? ¿Cuáles las trampas que lo desvirtúan? ¿Cuáles las claves de un compromiso limpio y liberador? Lo que vivimos ante el compromiso revela nuestro propio mundo interior. La ignorancia acerca de lo que somos nos introduce en un laberinto de confusión. Solo la comprensión permite que fluya un compromiso ajustado, porque solo la verdad construye y libera.
«Compromiso es cuidado amoroso, eficaz y sostenido. Compromiso es lo que somos». Nuestra actitud en la vida se mueve entre la voracidad y la ofrenda.
Enrique Martínez Lozano desarrolla en este libro -que viene a completar una «trilogía», junto con sus libros Presencia y Vida- una definición del compromiso como amor, implicación, esfuerzo, denuncia, cuidado… dimensiones que brotan de la profundidad-fraternidad. Compromiso es -dice- lo que somos. Estas páginas quieren ser una invitación a conectar con el amor que somos de una forma sentida y práctica. Para que ese amor fluya en forma de compromiso a favor del bien de todos los seres y del planeta entero».
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ÍNDICE
Introducción. Compromiso: cuidado amoroso y eficaz
Capítulo 1. Narcisismo: el compromiso ausente
La herida narcisista
El narcisismo como atmósfera cultural
Trabas para vivir el compromiso
Narcisismo y espiritualidad
Capítulo 2. Apropiación: el compromiso desconectado
Cuando el ego se apropia del compromiso: autoafirmación y compensación
Dualismo: el lugar de donde nace
Voluntarismo: la actitud que lo dirige
El compromiso desconectado: otra forma de narcisismo
Capítulo 3. Comprensión: el compromiso que fluye
La comprensión ilumina el compromiso
Profundidad-fraternidad y compromiso, del lado de las víctimas
Espiritualidad, no-dualidad y compromiso
Comprometerse es fluir
Condiciones básicas para un compromiso ajustado
Conclusión. Somos compromiso
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INTRODUCCIÓN
Compromiso: cuidado amoroso y eficaz
“Los seres humanos somos seres predispuestos a cuidar de nosotros mismos y de los otros” (Adela Cortina).
Un buen día –cuenta la conocida como fábula de Higinio–, al atravesar un río, Cuidado encontró un trozo de barro. Lo tomó y empezó a darle forma. En ello estaba, cuando se presentó el dios Júpiter. Al reconocerlo, Cuidado le pidió que soplara con su espíritu sobre la forma de barro que había amasado, y Júpiter así lo hizo. Pero enseguida empezaron a discutir acerca del nombre que debía tener la criatura recién creada, reclamando cada cual ponerle el suyo propio.
En ello estaban, cuando apareció la Tierra, quien también quiso llamar a la criatura con su nombre, argumentando que estaba hecha de su propia materia, el barro. Todo ello generó una fuerte discusión.
Al ver que no lograban ponerse de acuerdo, le pidieron a Saturno que actuara como árbitro. Y así fue. De manera inmediata, Saturno tomó la palabra y sentenció: “Júpiter, tú le diste el espíritu; por lo tanto, recibirás ese espíritu cuando la criatura muera. Tierra, tu le diste el cuerpo; por tanto, se te devolverá cuando la criatura muera. Y finalmente tú, Cuidado, al ser quien modelaste a la criatura, la mantendrás bajo tus cuidados mientras viva. Y como veo que no se ponen de acuerdo sobre el nombre de la criatura, decido que se llamará «Hombre», es decir, «humus», que significa tierra fértil”.
El término “compromiso” es polisémico. Puede aludir a cosas tan dispares como un contrato (“hemos firmado el compromiso”) o una dificultad (“nos han puesto en un compromiso”). Y puede referirse también a una actitud de responsabilidad asumida ante sí mismo, ante otros, ante un colectivo o incluso ante el planeta entero. En virtud de ella, la persona se implica voluntariamente en la búsqueda del bien de las personas o de la naturaleza, aun por encima de sus propios intereses inmediatos. Y no porque reniegue del cuidado de su propio bienestar, sino porque su comprensión le permite abrirse a un horizonte más amplio que, aun abrazándolo, trasciende su pequeño universo egoico.
Hablamos, pues, de una actitud responsable, es decir, que nace como respuesta ante una situación determinada y busca el bien por encima de todo, por lo que se traduce en un comportamiento que quiere ser eficaz. La responsabilidad es la actitud sabia, entre la irresponsabilidad, por un extremo, y la reactividad, por el otro.
El deseo profundo de bien, que da cuerpo a todo compromiso genuino, brota de lo mejor de la persona, se experimenta como amor gratuito, se traduce en servicio y se vive –este es el motivo por el que he querido comenzar recordando la fábula citada– como cuidado.
El cuidado evoca de inmediato atención, acogida, abrazo, protección, amparo, apoyo, seguridad… Pone de manifiesto la bondad radical del ser humano y es, al mismo tiempo, el requisito indispensable para que la vida pueda desplegarse, así como la atmósfera que hace posible el florecimiento de todos los seres y del planeta en su conjunto.
Lo opuesto al cuidado es la depredación. Si aquel es manifestación del amor, esta es hija del narcisismo patológico y del egocentrismo que ve todo y a todos como objetos con los que intenta calmar su voracidad insaciable.
Nuestra actitud en la vida se mueve entre la voracidad y la ofrenda. Aquella define al ego, se alimenta de la ansiedad y se traduce en abuso, sometimiento y depredación, ya que se mueve exclusivamente por intereses egoicos. La ofrenda se apoya en un sentimiento de comunión con todo lo real, es expresión del amor, se alimenta de la gratuidad y de la gratitud, y se vive como entrega.
Si todo lo humano es necesariamente imperfecto y, en consecuencia, ambiguo, tampoco el compromiso escapa a esa ley. Capaces de lo más sublime y de lo más rastrero, del amor más entregado y del egoísmo más hostil, de la más noble integridad y de la peor vileza, necesitamos crecer en lucidez crítica para, desnudando las diferentes trampas que puedan acecharnos, vivir con la mayor limpieza el compromiso en todas sus dimensiones.
El mejor y más eficaz antídoto frente a la ambigüedad es la comprensión, tal como se recoge en la sabia afirmación socrática: “Solo hay una virtud: la sabiduría [o comprensión]; y solo hay un único vicio: la ignorancia”. Intento, pues, aportar comprensión que ilumine la vivencia del compromiso, alertando de un doble riesgo: la evasión y la apropiación. Entiendo por evasión aquella actitud egocentrada que, ahogándose en el pozo del narcisismo, elimina de raíz la búsqueda del bien para todos y para todo. Y con la apropiación me refiero al mecanismo sutil, igualmente egoico y egocentrado, por el que, de manera consciente o inadvertida, se vive el compromiso, en cualquiera de sus formas, como afirmación y alimento del ego. Ambos escollos –evasión y apropiación– que el compromiso ajustado ha de saber sortear no son, en realidad, sino dos modos diferentes en los que se expresa, se refugia y con los que se alimenta el narcisismo.
Con ello, quedan nombradas las tres partes en que se divide este trabajo: el compromiso imposible o ausente en el narcisismo, el compromiso apropiado y colonizado por el ego, y el compromiso que fluye limpiamente de la comprensión. Probablemente, todos y todas nos reconozcamos en los tres casos, lo que significa que se dan en nosotros esas actitudes: la indiferencia, la apropiación –ambas narcisistas, como veremos en su momento– y, de fondo, la limpieza y la bondad.
Me he referido a la ambigüedad de lo humano. Además de ambiguo, lo humano es inexorablemente imperfecto. Al hablar del compromiso, no abogo, pues, por un ideal inalcanzable ni exijo un “purismo” que, por extremo, llegaría a ser paralizante. Soy bien consciente de que nos movemos siempre entre claroscuros y que la pretensión de ser “ángel” puede terminar, como resultado de la represión, en comportamientos de “demonio”. Tanto la lucidez como la experiencia nos advierten de que no hay luz sin sombra; por tanto, la primera actitud sabia es la aceptación de toda nuestra verdad, desde el reconocimiento de que no estamos llamados a ser “perfectos”, sino “completos”. Dado todo esto por supuesto, me parece importante subrayar los riesgos que pueden acecharnos a todos con más facilidad y frecuencia de lo que tendemos a pensar, para crecer en consciencia, limpieza y honestidad a la hora de vivir el compromiso.
Compromiso es cuidado amoroso, eficaz y sostenido. No nace del voluntarismo, no se conforma con la “buena intención”, ni tampoco es algo pasajero. Nace del amor y se despliega como deseo profundo de bien. Estas páginas quieren ser una invitación a conectar con el amor que somos, de una forma sentida y práctica. Al comprender que somos amor, encontraremos la mayor motivación, tanto para ir limpiando todo aquello que nos impide o dificulta vivirlo, como para favorecer que fluya en forma de compromiso a favor del bien de todos los seres y del planeta entero.
Somos amor; el compromiso es el modo como se manifiesta.