JESÚS DE NAZARET, MÁS ALLÁ DEL MITO

Entiendo que quienes se hallan en un paradigma dualista, personalista y teísta, más aún si profesan una fe en Jesús como “Hijo único de Dios”, experimenten fuertes resistencias frente al planteamiento aquí propuesto. Y que consideren esta aportación como “un rollo o sermón indigerible”.

Sospecho que quienes estaban convencidos de que el sol giraba alrededor de la tierra consideraban igual de “indigerible” el heliocentrismo que propugnaban Copérnico y Galileo. Y que quienes absolutizan la Biblia -entendida de manera literal- y otorgan valor absoluto a sus propias creencias -como si fueran inamovibles, olvidando que se trata solo de constructos mentales-, vean esta posición como ganas de “sembrar confusión”.

A pesar de ello, decido compartirlo porque me parece importante mostrar que caben otros paradigmas y, por tanto, otras lecturas de la figura de Jesús. Aquí está la clave: El modo como se ha presentado (se presenta) tradicionalmente la fe en Jesús -basada en los denominados «dogmas cristológicos»- es deudor de la cosmovisión predominante de aquella época, cosmovisión que resulta inasumible para la conciencia moderna.

Por mi parte, confieso que este nuevo paradigma me parece más adecuado y con más potencia explicativa. Con todo, considero que ante paradigmas diferentes -cuando los “idiomas culturales” son muy distintos- solo cabe una actitud de auténtico respeto, aun expresando cada cual lo que considera adecuado.

En lo que a mí se refiere, esta nueva comprensión de la persona de Jesús, no solo no me hace perder nada valioso vivido durante muchos años desde mi paradigma anterior, sino que me regala una “intimidad” nunca antes soñada: he descubierto que Jesús y yo -Jesús y nosotros-, siendo diferentes, somos lo mismo: compartimos la misma y única identidad. 

Donde hay comprensión, no hay creencias; donde hay creencias, no hay comprensión.