Tal vez
no toca hoy,
pero tocará mañana.
A vueltas
con el dolor
y con la muerte.
Cuando parece
que me había
distraído,
encuentro
la impermanencia
alojada
entre los pliegues
de mis miedos.
Es ley
de humanidad,
la incertidumbre
que sostiene
la existencia.
Respirar
el viento de la tarde,
abriendo las manos
para soltar amarras,
despeinando
imágenes prediseñadas.
Sí, eso es.
Alargar
los brazos
y arquearlos
creando el círculo,
para abrazar,
para mecer
con ternura,
el hueco donde
no hago pie.
Y descansar
en el aire
(paradoja
y ambivalencia).
Asomarse,
en la calma,
a ese abismo,
olerlo
con las manos,
mirarlo y escucharlo
con el corazón
y aspirar
las aristas
que se clavan
en los ojos
y duelen,
sólo duelen,
nada más,
tan sólo
es
dolor,
parte
del bello pacto
de vivir.
Paso corto
que me adentra
en la ambigüedad
humana,
transitoria,
acogida,
aceptada.
Se diluye
el temor,
se aleja
el sufrimiento.
Esther Fernández Lorente