ES HERMOSO ESTAR AQUÍ

Comentario al evangelio del domingo 16 marzo 2025

Lc 9, 28b-36

En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Juan y a Santiago a lo alto de una montaña, para orar. Y mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecieron con gloria, y hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y espabilándose vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: “Maestro, qué hermoso es estar aquí. Haremos tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. No sabía lo que decía. Todavía estaba hablando cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: “Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle”. Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron nada de lo que habían visto.

ES HERMOSO ESTAR AQUÍ

Soy consciente de que esa afirmación puede sonar como una insolencia o incluso como una afrenta para quien sufre con desesperación, física o psíquicamente. Sé bien que hay momentos en los que, atrapadas por sufrimientos tan insoportables como incomprensibles, las personas pueden verse sumergidas en ideaciones suicidas. Y sé también que quien busca el suicidio lo hace porque tiene la sensación subjetiva de no poder soportar la “carga” de una existencia marcada por la angustia y el sinsentido.

Parece innegable que todo depende de nuestra capacidad de “ver”. Sin duda, nuestro modo de ver puede estar condicionado e incluso cegado por experiencias dolorosas. Algo nos pudo haber sucedido que, conformando incluso la manera de funcionar de nuestro cerebro, hace sumamente difícil mantener una mirada luminosa hacia la realidad en su conjunto. Algo nos puede estar sucediendo ahora que absorbe nuestra energía y nos introduce en la apatía. Todo ello puede impedirnos “ver” con claridad.

Sin embargo, cuando es posible retirar el filtro producido por sufrimientos de todo tipo y nos es dado “ver” lo que somos, lo que aparece es hermosura. Todo sigue siendo lo mismo, pero aparece ahora todo ante nuestros ojos como transfigurado. Y descubrimos que esa hermosura no es algo añadido a la vida, sino su propio resplandor. La vida es hermosa.

Ahora bien, esa hermosura no alimenta el narcisismo -que desearía hacer una “choza” para instalarse cómodamente en ella-, sino que dinamiza y moviliza, como expresión de la propia vida que busca desplegarse fluyendo también a través de nosotros.