con el saber que da el sabor.
Repleta de nombres prestados,
de defensas aprendidas,
cada día me sorprendo
con todo lo que no veo,
lo mucho que no comprendo,
porque…
sé muy pocas cosas
con el saber que da el sabor.
Cierro mis ojos de juicio,
con las manos muy abiertas,
llenas de posibilidades,
acaricio el misterio y
todo es mucho más,
mucho más hondo,
mucho más amplio,
diferente
de lo que mis limitadas imágenes
han entendido,
de lo que mis limitadas creencias
han grabado…
porque
no saben
que sé muy pocas cosas.
Pero sé ciertamente,
con el saber que da el sabor,
que el amor es el suelo y el horizonte,
que no hay nada fuera
de su amplia y amorosa mano,
que la vida es confiable
y no existe ser,
en quietud o en movimiento, fuera
de este bello y amoroso espacio,
que no sea amable,
que no sea amado.
Lo sé ciertamente,
sin duda,
con ese saber que da el sabor,
porque en mí está el saber,
porque en mí está el sabor.
Esther Fernández Lorente