CON LAS VÍCTIMAS DE LA DANA EN EL CORAZÓN

Ante unas circunstancias tan devastadoras y ante el inmenso sufrimiento de tantísimas personas, la sensibilidad se rompe y la mente queda colapsada. Solo queda Silencio que vibra con las víctimas y acoge su dolor como propio, dejándose afectar y movilizar por él.

Al dejarnos sentir, sin evitarlo, el dolor de quienes han perdido todo y ven su existencia trastocada por completo, emerge la empatía y la compasión, como corriente de amor sincero y fuente de solidaridad y ayuda efectiva. 

En estas circunstancias, me parece muy importante acoger y dejarnos sentir el dolor que conlleva la situación. En efecto, el dolor sentido, haciendo aflorar nuestra vulnerabilidad, nos ablanda por dentro; nos une a quien lo está padeciendo y nos moviliza interiormente en una acción eficaz de ayuda. 

Ante una catástrofe de tal magnitud, solo queda Silencio. No hay palabras, no hay tampoco pensamientos. Y tal vez, en ese silencio de quien “no sabe”, pueda emerger la Confianza que, a pesar de todo, sigue sosteniendo a quienes se sienten derrumbados.

Tales catástrofes y semejantes sufrimientos no pueden entenderse desde la mente. Tampoco pueden acogerse fácilmente por una sensibilidad que se ve azotada por un tsunami tan violento como incomprensible. Solo pueden vivirse, una vez que el “oleaje” empieza a amainar, desde aquel “lugar” donde nos percibimos y reconocemos como Vida. Antes o después, somos conducidos, a través del camino de la aceptación, a una rendición completa a la Vida. Y, aunque trémulos y asustados por tanto dolor y desconcierto, tal vez podamos seguir escuchando en nuestro interior una voz que dice: “La Vida sabe”…

 Las catástrofes, individuales o colectivas, desbaratando nuestras seguridades, amenazan nuestra armonía y nos sumen en la más negra incertidumbre. Y sin embargo, paradójicamente, pueden, tal vez, constituir oportunidades que nos abren la puerta a la comprensión de nuestra verdad profunda, ahí donde descubrimos que somos Vida, ahí donde “todo está bien”.

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Pero, entre tanto, Silencio, Dolor asumido y compartido, Presencia consciente, Compasión, Solidaridad, Ayuda…, desde la profunda Consciencia de unidad, en la que todos nos reconocemos uno.