INICIO DE LAS SESIONES ONLINE A TRAVÉS DE YOUTUBE, 1 de octubre

El próximo día 1 de octubre subiremos al canal de Youtube la primera de las 18 sesiones (con el título genérico «Caminos de plenitud»), que se irán sucediendo, de octubre a junio, los días 1 y 15 de cada mes. 

No se requiere inscripción. Es un servicio gratuito. Las grabaciones se financian con parte del dinero de las matrículas de otros encuentros. Para acceder a ellas, basta abrir el siguiente canal:

Canal de Youtube: Meditación y vida cotidiana.

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TOLERANCIA E HIPÉRBOLES

Domingo 29 de septiembre de 2024

Mc 9, 38-48

En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús: “Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros”. Jesús respondió: “No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros, está a favor nuestro. El que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeños que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida que ir con las dos manos al abismo, al fuego que no se apaga. Y si tu pie de hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida que ser echado con los dos pies al abismo. Y si tu ojo de hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que ser echado al abismo con los dos ojos, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga”.

TOLERANCIA E HIPÉRBOLES

Ante este texto -seguramente una colección de dichos agrupados aquí por el propio evangelista-, el lector no puede menos que sorprenderse, al ver el contraste entre la actitud de tolerancia hacia quienes “no son de los nuestros” y las amenazas subsiguientes contra los que escandalizan a los pequeños o los que “caen” de distinto modo. ¿Cómo se pasa de la tolerancia compasiva a la condena más absoluta? La respuesta, probablemente, se encuentre en el hecho de que, o bien se han unido palabras dichas en diferentes contextos, o bien esas palabras no procedan del Jesús histórico, sino de algún responsable de aquellas primeras comunidades.

La actitud de tolerancia es llamativa, incluso subversiva, porque busca romper un funcionamiento tribal bien arraigado en los grupos humanos, por el que se divide a las personas en función de su pertenencia o no al propio grupo: “los nuestros” y “los otros”. Tal división marcará, a su vez, la actitud y el comportamiento que habrá de mantenerse ante unos y otros: el criterio decisivo es que la persona en cuestión sea vista o no como de “los nuestros”; quien no lo es, queda excluido.

El escándalo -que en el contexto del evangelio de Marcos es ambición de grandeza– se produce siempre que se hace tropezar o caer a otros. No tiene que ver tanto con lo que se dice -como ha insistido habitualmente la jerarquía eclesiástica, en su empeño por mantener lo que consideraban “ortodoxo”-, cuanto con lo que se hace. A quienes provocan que “los pequeños” (los últimos, los que no cuentan) caigan -queden paralizados, sean marginados o se les impida avanzar en su propio desarrollo- habría que hacerlos desaparecer. Es lo que subraya el texto con la imagen de la piedra de molino, una hipérbole bien del gusto oriental.

Como hipérboles son también las frases relativas a cortar la mano o el pie y a sacar el ojo. Porque no han faltado personas que, agobiadas por un hondo sentimiento de culpabilidad, las han tomado en sentido literal, con resultados trágicos.

De acuerdo con la antropología bíblica, la mano simboliza la actividad; el pie, la orientación en la vida o la conducta; el ojo, los deseos. Lo que el texto propone -de nuevo, por medio de hipérboles- es modificar aquellas conductas, orientaciones y deseos que no vayan por el camino del amor y del servicio. Porque ese es el camino que permite “entrar en la vida”, es decir, vivir en plenitud.

UNA SOCIEDAD QUE PRIORICE A «LOS ÚLTIMOS»

Domingo 22 de septiembre de 2024

Mc 9, 30-37

En aquel tiempo, instruía Jesús a sus discípulos. Les decía: “El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días, resucitará. Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó: “¿De qué discutíais por el camino?”. Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y le dijo: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. Y acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado”.

UNA SOCIEDAD QUE PRIORICE A “LOS ÚLTIMOS”

Jesús fue crucificado por la misma razón por la que tantos hombres y mujeres han sido perseguidos de mil maneras a lo largo de la historia humana, porque su mensaje molestaba al poder, que buscó, prácticamente desde el principio de la actividad del Maestro de Galilea, eliminarlo. Aunque para ello hubiera tenido que producirse un pacto contra natura entre el poder teocrático judío (saduceos), los escribas o doctores y el mismo poder imperial del invasor romano.

Todos se sentían molestos con Jesús: el poder judío no podía tolerar ser cuestionado de manera radical en sus planteamientos religiosos; el romano castigaba con la crucifixión a todo provocador político, y así es como les fue presentado Jesús por las autoridades judías.

Si bien el procurador romano pudo errar en su apreciación de Jesús como peligro directo para el imperio, la autoridad judía no se equivocaba al verlo como un hombre subversivo, tanto en su enseñanza como en su práctica. Basta leer el evangelio de Marcos para captar los rasgos fundamentales de la novedad jesuánica.

En el texto que leemos hoy, Jesús da la vuelta al modo como se entiende y vive el poder, colocando a un niño justo “en medio”, en el centro mismo de todas las preocupaciones. En el arco mediterráneo del siglo I, la figura del niño no evocaba en absoluto lo que hoy nos resulta habitual. Representaba, más bien, a los últimos de la sociedad, a los que no cuentan en absoluto, a los que son marginados e incluso invisibilizados por sistema.

Pues bien, ante esa situación, Jesús se planta de manera tajante, haciendo una doble afirmación: el único poder legítimo es el que sirve y debe estar siempre al servicio de los últimos.

¿Cómo sonarían tales afirmaciones en los oídos de los judíos biempensantes que ostentaban el poder de manera autoritaria y se consideraban a sí mismos como los únicos intérpretes de la voluntad divina? ¿Cómo tolerar a quien ponía en juego su propio estatus y, en último término, su misma seguridad?

¿QUÉ PUEDE SIGNIFICAR «CARGAR CON LA CRUZ»?

Domingo 15 de septiembre de 2024

Mc 8, 27-35

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino preguntó a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que soy?”. Ellos le contestaron: “Unos, Juan Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas”. Él les preguntó: “Y vosotros, ¿quién decís que soy?”. Pedro le contestó: “Tú eres el Mesías”. Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a instruirlos: “El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar a los tres días”. Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió, y de cara a los discípulos increpó a Pedro: “¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!”. Después llamó a la gente y a sus discípulos y les dijo: “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por el Evangelio, la salvará”.

¿QUÉ PUEDE SIGNIFICAR «CARGAR CON LA CRUZ»?

El terrible suplicio de la crucifixión parece proceder de Persia o incluso de Asiria. Posteriormente, los romanos la adoptaron como un método de ejecución particularmente cruel y humillante.

El condenado podía morir en cuestión de horas o al cabo de varios días, dependiendo de las circunstancias, pero en cualquier caso resultaba una imagen terrible que el imperio utilizaba como medio de escarmiento y advertencia: en el siglo I a.C., tras aplastar la revuelta de esclavos liderada por Espartaco, unos 6.000 prisioneros fueron crucificados a lo largo de la Vía Apia. Por todo ello, la cruz despertaba en el mundo antiguo un horror particularmente intenso.

Sin embargo, a partir del siglo V d.C., lo que había sido el símbolo de la tortura más arroz, se difunde ampliamente como símbolo del cristianismo. ¿Qué es, por tanto, la cruz?

Lo que era un instrumento de tortura empieza a ser visto y venerado, en el ámbito cristiano, como signo de salvación, en la medida en que la propia muerte de Cristo se interpreta como misterio salvador.

Con el paso del tiempo, en la cultura popular se ha utilizado este término para referirse a todo aquello percibido como dolor, molestia o simple incomodidad. De ahí que fuera común la expresión “¡qué cruz!” para aludir a cualquier circunstancia desagradable, desde una enfermedad hasta una relación conflictiva.

Sin embargo, si se quiere hablar con propiedad, la “cruz” no es cualquier dolor, sino aquel que es consecuencia de la fidelidad asumida o de la entrega a los otros. Tanto la persona que quiere ser fiel a sí misma como aquella que hace una opción comprometida a favor de los demás, sobre todo de los más vulnerables, sabe que, antes o después, el dolor hará acto de presencia. Esto fue lo que le ocurrió a Jesús y esto es lo que sucede a toda persona fiel y entregada.

“Cargar con la cruz” -por retomar la expresión evangélica- significa asumir, de manera lúcida, las consecuencias dolorosas de una opción de vida marcada por la fidelidad y la entrega.

Tal actitud es posible en la medida en que la persona avanza en la desidentificación del propio ego. Así, mientras este rehúye la cruz, la persona que crece en comprensión la asume de modo consciente. Hasta el punto de que, leída en clave simbólica o espiritual, la cruz puede entenderse como símbolo de la “muerte” al  (a la identificación con el) propio ego, que queda clavado -definitivamente entregado- en ella.

«EFFETÁ»

Domingo 8 de septiembre de 2024

Mc 7, 31-37

En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron a un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: “Effetá” (esto es, “ábrete”). Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y habló sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: “Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.

“EFFETÁ”

Simbólicamente, sordera y mudez significaban aislamiento, por cuanto -sobre todo, en la antigüedad- obligaban a la persona a encerrarse en sí misma, incapacitándola para comunicarse e interactuar con los demás. Al presentar a Jesús como alguien capaz de abrir (effetá) los oídos y la lengua, el autor del evangelio está mostrando en qué consiste su misión: favorecer la integración de las personas, al devolverles su capacidad de escuchar y de expresarse.

Con demasiada frecuencia, en la vida de las personas son frecuentes, por diferentes motivos, las actitudes de encierro y de aislamiento. Tanto por dificultades de tipo psicológico como por imposición social o cultural, no pocas personas optan por -o se ven obligadas a- encerrarse en ellas mismas, en una especie de mecanismo de defensa, con el que buscan amortiguar el sufrimiento provocado por factores psíquicos o sociales.

La ayuda a las personas tiene como objetivo favorecer su vida, su autonomía y su despliegue. Y eso ocurre en la medida en que se pueden ir abriendo aquellas dimensiones o capacidades que, por diferentes motivos, habían quedado bloqueadas.

El desbloqueo se produce cuando acogemos toda nuestra verdad, desde la motivación de liberar en nosotros aquello que habíamos negado en mayor o menor medida. El trabajo sobre nosotros mismos constituirá el mejor aprendizaje para poder ofrecer nuestra ayuda a los demás.

“Effetá”: ábrete a tu verdad, acéptala y abrázala. Ábrete a vivir tus capacidades, más allá de miedos y comodidades. Ábrete a los demás, de manera asertiva y bondadosa. Ábrete a hacer de este mundo un lugar mejor. Ábrete a la Vida. O más exactamente, ábrete para que puedas experimentarte, a la vez, como Vida y como cauce a través del cual la Vida se expresa.

LA PALABRA Y EL CORAZÓN, LA IMAGEN Y LA REALIDAD

Domingo 1 de septiembre de 2024

Mc 7, 1-8. 14-15. 21-23

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos letrados de Jerusalén y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos (los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas). Según esto, los fariseos y los letrados preguntaron a Jesús: “¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen tus discípulos la tradición de los mayores?”. Él les contestó: “Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos. Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres”. En otra ocasión llamó Jesús a la gente y les dijo: “Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro del corazón del hombre salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro”.

LA PALABRA Y EL CORAZÓN, LA IMAGEN Y LA REALIDAD

En un libro reciente (“Decidido. Una ciencia de la vida sin libre albedrío”), el biólogo y neurocientífico Robert Sapolsky afirma que, frente a la idea generalizada de que creer en un dios es esencial para la moralidad, “la creencia o no en el libre albedrío no tiene ningún efecto consistente sobre el comportamiento ético… Todo es más complejo” (p.331). Y ante la pregunta sobre por qué en todas las encuestas aparece que las personas religiosas manifiestan tener unos estándares éticos más elevados, escribe algo que estaría en línea con la denuncia de Jesús: una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace. Lo que tales estudios demoscópicos demuestran es que “las personas religiosas se preocupan más por dar una buena impresión que los ateos” (p.338). Porque en esos grupos, de manera particular, se ha asumido la importancia de “mantener una buena reputación moral”, que busca, en realidad, “ser socialmente deseable”.

Todo lo humano es, efectivamente, más complejo de lo que parece a primera vista. Como acertadamente denuncia Jesús, el culto puede estar vacío y la doctrina puede no ser sino un conjunto de preceptos humanos, llegando al extremo de buscar mantener, por encima de todo, “la tradición”.

Frente a debates estériles y a formulismos vacíos, Jesús remite al “corazón”, es decir, al centro de la persona, a ese lugar de honestidad, integridad, amor y respeto que, pese a todo, sigue habitando en todo ser humano.

Solo ese lugar nos centra, nos sostiene, nos fortalece y nos moviliza para entregarnos a los demás. Es, a la vez y sin dicotomías, un lugar de humildad y de dignidad, de paz y de acción, de serenidad y de coraje, de aceptación y de compromiso.

Frente a tanta crispación -de un lado y de otro-, a tanto exabrupto y, sobre todo, a tanta injusticia estructural, necesitamos encontrar con urgencia ese lugar -el “corazón”, la “casa” compartida- donde nos sabemos uno, pasando así de una errónea y funesta consciencia de separatividad a la consciencia de unidad.