Una invitación a la contemplación y oración silenciosa
En el mundo de la sabiduría espiritual, la obra de muchos autores ha quedado relegada al ostracismo religioso a causa del uniformismo y dogmatismo de las religiones oficiales, especialmente en las llamadas religiones del libro. Sin embargo, dentro de estas tradiciones podemos descubrir una sabiduría perenne en algunos autores del misticismo cristiano, de la cábala judía o del sufismo en el Islam.
Uno de los grandes representantes del misticismo cristiano es Angelus Silesius, seudónimo de Johannes Scheffler, un prolífico autor nacido en Breslau (actual Polonia, con un pasado germánico). Su obra mística y contemplativa se asemeja a la de otros autores como Jakob Böhme y el Maestro Eckhart, quienes, insertos en la denominada mística renana, desarrollaron una visión contemplativa y profunda de la religión, en contraste con el luteranismo predominante en su entorno.
Silesius se convirtió al catolicismo, integrándose en la corriente mística de la Contrarreforma, aunque su pensamiento trasciende las formas religiosas externas. Considerado el «último de los místicos alemanes», su pensamiento conecta con la tradición de la gnosis cristiana. Obras como El peregrino querubínico son cimas del misticismo barroco alemán.
Los versos de Silesius exploran las grandes paradojas del misticismo cristiano, como la eternidad en el tiempo y la unión entre Dios y el hombre. Influenciado por autores como Böhme y San Juan de la Cruz, su obra, impregnada de belleza espiritual, ha sido admirada por poetas de la talla de Goethe, Rilke y Borges.
El nacimiento espiritual: Reflexiones navideñas
En este año se cumplen 400 años de su nacimiento, y, de manera casual -o causal-, se le atribuye su nacimiento o bautismo durante las fechas navideñas. Esta coincidencia resalta la invitación espiritual de esta celebración en algunos epigramas de El peregrino querubínico:
«Aunque Cristo naciera mil veces en Belén, y no naciera en ti, tú estarías por siempre perdido.»
«El culmen de la bienaventuranza tan sólo consiste en esto: que uno debe haber nacido en su Ser de Dios.»
«Si el Espíritu de Dios te toca con su esencia, nace en ti el niño de la eternidad.»
En la figura modelo de la cristiandad católica, Silesius señala: «He de ser María, y Dios ha de nacer de mí, si Él me ha de conceder la beatitud eterna.» Asimismo, presenta la infancia espiritual como una necesidad fundamental, tal como señala la Escritura: «Si no te conviertes en niño, no entrarás en donde están los hijos de Dios: la puerta es estrecha.»
Una invitación a la contemplación y oración silenciosa
Los aforismos espirituales de Silesius nos invitan a la contemplación como misión esencial del ser humano. Este modo de entender el nacimiento navideño nos conduce a una comprensión más universal –y curiosamente «católica», en el sentido de inclusiva–, más allá de ideologías o credos.
En cualquier tiempo y lugar, la Navidad se presenta como una invitación a la contemplación, dejando en un segundo plano su origen mágico o histórico para destacar su dimensión espiritual. En este contexto, el niño Dios se hace barro y pobre, para revelar la riqueza de la presencia de lo eterno en el corazón humano, evocando un nacimiento continuo en la existencia. Nos invita a una meditación silenciosa que nos conduce a una comprensión más profunda y reveladora del misterio.
«Dios es tan superior a todo que nada puede expresarlo. Por eso, lo adoras mejor con el silencio.»
El texto bíblico, repetido de manera cíclica cada año, nos invita también a este silencio contemplativo. Así concluyo con un último aforismo de esta obra esencial del místico alemán:
«La Palabra resuena más en ti que en la boca de otro. Si puedes hacerle silencio, la oirás al instante».
Imanol Bacaicoa.