Haz a un lado las viejas palabras: solo, aburrido, abandonado, mal querido, inútil, rechazado, feo, fracasado…, y lleva tu atención al cuerpo, a lo que está vivo, ahora.
Invita a tu presencia consciente a este lugar herido, a este lugar que duele, que arde, a este tierno lugar, el lugar que se siente tenso y con una gran necesidad de ser amado en este momento, y solo hay este momento. Lleva tu presencia consciente hacia el vientre, el pecho, la garganta, la cabeza… Imbuye las sensaciones que hay allí con esta cálida presencia consciente…
Deja que tu presencia consciente fluya… Deja que sature las hormigueantes, palpitantes, vibrantes, crudas, vivas sensaciones, permite que sean penetradas… Permite que lave cada sensación…
E invita a tu respiración, también; deja que el sagrado aliento se mueva en las sensaciones, y en cada sentido de resistencia o contracción alrededor de ellas.
Y recuerda: no estás tratando de desembarazarte de las sensaciones, ni de borrarlas, sino de darles la bienvenida, de darles su lugar…
Y date cuenta que tú eres el espacio para esas sensaciones, para esas sensaciones que solo desean moverse, bailar, surgir y disolverse en su propio dulce tiempo.
Y aquí no hay ninguna urgencia.
Y nada ha salido mal, no ha ocurrido ninguna gran falla en el juego cósmico; este no es un mal momento en tu vida, ni la escena incorrecta de la película. Esto es vida, plena, presente y completa, e incluye cualquier sentido de insuficiencia, de limitación, de error, de inseguridad.
Así como el suelo sostiene al cuerpo ahora, así como el cielo acoge todo el clima cambiante, la presencia consciente admite todos y cada uno de los momentos es sus amorosos brazos.
Todos los pensamientos y sentimientos surgen para ser amados, aquí, para ser saturados con tu presencia consciente, para ser bendecidos por tu atención, porque la atención es la más grande de todas las bendiciones.
Jeff Foster.